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El 5G en los tiempos de la covid-19: una oposición más necesaria que nunca

Jueves 7 de mayo de 2020 · 1381 lecturas



El 5G en los tiempos de la covid-19: una oposición más necesaria que nunca
GRUPO DE TRABAJO SOBRE DIGITALIZACIí“N, INFORMATIZACIí“N, TIC, CEM Y 5G

Ecologistas en Acción
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07/05/2020

Uno de los efectos inesperados de la crisis de la covid-19 en Europa ha sido el retraso momentáneo del proceso de despliegue de la nueva red 5G en muchos paíes, entre ellos España. Si hasta el momento contábamos ya con un amplio rango de radiaciones electromagnéticas que posibilitaban la comunicación móvil (1G, 2G, 3G, 4G), el eventual despliegue del 5G supondrá un salto de escala sin precedentes. En primer lugar, porque la enorme cantidad de antenas que los requerimientos técnicos del 5G imponen supondrá un aumento equivalente en la cantidad e intensidad de la radiación electromagnética.

Lejos de lo que solemos pensar, y a pesar de la intensa campaña de propaganda en sentido contrario, la inocuidad de la radiación electromagnética (en general, y la asociada al 5G en particular) para la salud humana y para el conjunto de la vida está lejos de estar comprobada. Es más, abundantes indicios cientí­ficos arrojan sospechas fundadas de que éstas podrí­an ser más bien fuentes de enfermedad y de deterioro de la vida. Investigaciones de cientí­ficos como el Dr. L. Hardell ya llevaron a la OMS a declarar las tecnologí­as inalámbricas como un posible cancerí­geno de nivel 2B. Otros estudios han apuntado también a su posible vinculación a afecciones neurológicas y al debilitamiento del sistema inmune. En 2019, un grupo de cientí­ficos liderados por Hardell solicitaron formalmente a la Unión Europea una moratoria al desarrollo del 5G sujeta a la disponibilidad de estudios fiables e independientes (no ligados a la industria de las telecomunicaciones) sobre los efectos sobre la salud humana. También el Comité Europeo de Riesgos Emergentes (SCHEER) asignó al aumento de contaminación electromagnética que se derivarí­a del 5G un riesgo de 3 sobre 3 para la fauna salvaje, alertando de la posibilidad de efectos biológicos no deseados.

Además de la salud, en la crisis del coronavirus están en juego la libertad y la capacidad de autoorganización social

De hecho, aunque estos estudios y otros previamente desarrollados para otro tipo de radiaciones electromagnéticas son lo suficientemente contundentes como para invitar a la aplicación inmediata del principio de precaución, quizá la prueba más fehaciente de los riesgos asociados al despliegue del 5G sea la propia actitud de gobiernos y grandes empresas. Por un lado, gobiernos de todo el mundo se niegan a desarrollar estudios de impacto que darí­an respuesta a las dudas e inquietudes de cientí­ficos, instituciones y movimientos sociales. Para ello, se amparan en los posicionamientos de grupos de "expertos" con vinculaciones con el lobby de las telecomunicaciones que adolecen de una parcialidad harto comprobada.

Sin embargo, al mismo tiempo, las administraciones responsables de la implementación de la tecnologí­a 5G no exigen pólizas de responsabilidad civil para el mismo. Es más, en su resolución de 2009 el Parlamento Europeo ya expresó su alarma sobre el hecho de que las compañí­as aseguradoras estuvieran aplicando su propio principio de precaución al tender a excluir de sus pólizas los daños para la salud causados por las tecnologí­as inalámbricas. Por tanto, al estar dándose el despliegue del 5G sin cobertura de seguros, ¿quién responderá de los eventuales daños que se puedan derivar del mismo? Introducir tecnologí­as que presentan riesgos no asegurables es un indicio muy poderoso de que, desde la propia racionalidad interna de la economí­a capitalista, las cosas no van bien.

El principio de precaución aconseja hoy con fuerza una moratoria para el 5G

Pero en tiempos de la covid-19 quizá se hace más evidente que nunca la urgencia de reflexionar sobre las transformaciones cualitativas que el 5G generarí­a en nuestras sociedades. La necesidad de una respuesta efectiva ante los devastadores efectos del coronavirus está poniendo en primer plano el debate sobre qué estrategia seguir. Muchas voces comienzan a trazar una lí­nea divisoria entre la reacción asiática y la reacción occidental, decantándose por la primera por su mayor efectividad.

Sin embargo, ¿en qué consiste exactamente el famoso modelo chino que se nos vende como panacea? Geolocalización de teléfonos móviles, seguimiento de los movimientos de la población mediante apps, uso de drones y robots, aplicación de la inteligencia artificial al reconocimiento facial o despliegue masivo de nuevas torres para vigilar a las personas 24/7 (todas las horas del dí­a, todos los dí­as de la semana) y poderlas sancionar. Lo que hasta hace poco era reconocido por casi todos como el paradigma de Estado totalitario digital, hoy se convierte en modelo. Un modelo vinculado a una red 5G que sostenga el enorme nivel de conectividad e interconexión que requiere. Un modelo que, como demuestra el caso de Singapur, ni siquiera puede asegurarnos que no necesitaremos seguir recurriendo a medidas de confinamiento en el futuro.

Además de la salud, en la crisis del coronavirus están en juego la libertad y la capacidad de autoorganización social. Hoy, aunque en la UE se mantiene el decoro sobre la necesaria salvaguarda de los derechos y el discurso de la protección de la privacidad, la realidad es que muchos de estos sistemas de control están empezando a ser adoptados por nuestros gobiernos. Y, a la vista de la prensa y de algunos informes, podrí­amos estar asistiendo únicamente al principio de un despliegue mucho mayor. Smart cities, internet de las cosas, ciudad digital"¦ Todas ellas son sinónimo de interconectividad masiva, recogida de datos, análisis de big data, biopolí­tica digital: un Ciberleviatán en ciernes con un potencial de control totalitario como la humanidad nunca conoció. Y todas ellas descansan sobre la implementación efectiva del 5G. Hoy, cuando la crisis ecológica y la tragedia climática hace que se tambalee el antiguo proyecto del progreso industrial, ¿sorprende que empresas y gobiernos se aferren con uñas y dientes a este nuevo movimiento especulativo que promete aumentar las ganancias y renovar la legitimidad de nuestro proyecto civilizatorio?

Actuar con contundencia es ahora más importante que nunca. La digitalización acelera el capitalismo precisamente cuando necesitamos desaceleración y transformación sistémica. La tecnologí­a 5G está diseñada para llegar hasta el último rincón del planeta. A dí­a de hoy ya se ha autorizado el despliegue de 12.000 satélites privados que llenarán el cielo, arrebatándonos un patrimonio que pertenece a toda la humanidad. EEUU acaba de autorizar el despliegue de un millón de antenas mayoritariamente en zonas rurales. Aunque en Europa la crisis sanitaria de la covid-19 ha supuesto un retraso en el despliegue de la red 5G, gobiernos como los de EE UU o China aprovechan estos momentos de incertidumbre para pisar el acelerador y dejar ví­a libre a su desarrollo. Todo ello, insistimos, sin la investigación previa necesaria.

Es más, en las últimas semanas estamos siendo testigos de primera mano de uno de los peligros de la centralización de la información y de la crí­tica social en unas pocas plataformas digitales controladas por aún menos empresas multinacionales. YouTube o Facebook han puesto en marcha una cruzada contra las fake news que, curiosamente, no elige como objetivo a los instigadores del odio de la alt right, sino a los crí­ticos de esta nueva tecnologí­a. Amparándose en la vinculación por parte de muchos de 5G y extensión de la covid-19, un ví­nculo causal sin duda insostenible, páginas y ví­deos desaparecen dí­a tras dí­a haciendo cada vez más complicada la oposición a una tecnologí­a en la que el capitalismo industrial se lo juega casi todo a nivel económico y de legitimidad.

Nos encontramos en un punto sin retorno. Si todos estos proyectos prosperan, probablemente será mucho más difí­cil o imposible dar marcha atrás: es la dinámica de las "tecnologí­as atrincheradas" que han denunciado los estudios CTS (Ciencia, Tecnologí­a y Sociedad). ¿Resulta sensato transigir con la extensión masiva de una tecnologí­a que no ha sido investigada, una tecnologí­a que muchos cientí­ficos señalan como potencialmente dañina, una tecnologí­a que puede poner en riesgo nuestras ya debilitadas democracias? El principio de precaución aconseja hoy con fuerza una moratoria para el 5G: no sólo por los indicios de efectos sobre los cuerpos vivos, sino sobre todo por el daño al cuerpo social.

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