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Respuesta al dogma conservador que afirma que los móviles nunca pueden ser un riesgo a la salud

Sábado 9 de junio de 2018 · 826 lecturas



Respuesta al dogma conservador que afirma que los móviles nunca pueden ser un riesgo a la salud

Vicení§ Navarro

JUNIO 8, 2018
Vicení§ Navarro
Catedrático de Ciencias Polí­ticas y Polí­ticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra

La escasa cultura democrática que existe en España explica que la predecible respuesta del pensamiento conservador dominante en el paí a las voces crí­ticas que cuestionan la "sabidurí­a convencional" (que es la sabidurí­a promovida por la estructura del poder económico y polí­tico del paí) sea ningunear tales voces, ridiculizándolas o presentándolas como irrelevantes, con el propósito de expulsarlas del debate, atribuyéndoles una nula credibilidad. La respuesta de Álvaro Bayón Medrano (a partir de ahora ABM), "Compromiso con la verdad. Respuesta a Vicení§ Navarro sobre el peligro de los móviles" , (Público, 04.06.2018) en su intento de trivializar el artículo que escribí­ ("Lo que se está ocultando a los usuarios de los móviles: su salud puede peligrar" , Público, 17.05.2018) sobre el posible riesgo que la utilización de los móviles pueda tener para la salud de la población, es muestra de este tipo de comportamiento. ABM, que promueve el dogma actual de que no hay ningún riesgo en el uso de los móviles, intenta cuestionar mi credibilidad cientí­fica negando mi autoridad para hablar de estos temas, refiriéndose a mi persona como "el politólogo de turno" , supuestamente una persona que al ser politólogo no tiene la capacidad de entender el tema tratado "el impacto de las nuevas tecnologí­as en la salud- acusándome, a la vez, de ser partí­cipe de una conspiración dirigida a asustar y confundir a la población (términos que ABM utiliza para calificar lo que hago en mi artículo).

¿Quién carece de credibilidad?

No soy dado a hablar de mi persona en mis escritos, pero puesto que ABM afirma que no tengo la autoridad para escribir sobre este tema (que es un tema predominantemente de salud pública) he de aclarar que además de ser politólogo (y economista), fui médico y también fui y continúo siendo experto en salud pública habiendo sido también profesor de salud pública de la Johns Hopkins School of Public Health (una de las escuelas de salud pública más conocidas y de mayor prestigio en EEUU) por muchos años y que en su dí­a (desde 1974 a 1978) fui elegido por los cientí­ficos miembros de la American Public Health Association (alrededor de 50.000) como su representante en el Executive Board de la Asociación.

Una de las áreas de mi trabajo ha sido precisamente el análisis de los determinantes económicos, polí­ticos y sociales de la calidad de vida, bienestar y salud de las poblaciones. Y como parte de esta área de trabajo, he escrito en muchos artículos y libros (traducidos algunos a varios idiomas) sobre cómo los poderes económicos y financieros en la sociedad están influyendo en las instituciones polí­ticas y cientí­ficas a fin de optimizar sus intereses, incluso a costa, en muchas ocasiones, de los intereses de la población. Mi artículo en Público es, en parte, un resumen del interesante estudio de cómo la poderosíima industria del móvil ha intentado influir a aquellas instituciones, escrito por Mark Hertsgaard y Mark Dowie y publicado en el conocido semanario estadounidense The Nation ("How Big Wireless Made Us Think That Cell Phones Are Safe: A Special Investigation" , The Nation, 29.03.18). Tal tema encaja perfectamente en el área de conocimiento cientí­fico en la que he trabajado por muchos años. El ser politólogo y también economista me ha ayudado muchíimo a entender el problema que analizaban los dos autores de aquel artículo. Creo pues tener las credenciales para poder hablar del tema. He buscado, sin embargo, en la bibliografí­a cientí­fica y no he encontrado ningún artículo en una revista cientí­fica sobre salud pública (o cualquier otra relacionada con salud) que haya publicado ABM.

Según mi acusador ABM, a los crí­ticos, como mi persona, hay que marginarlos y/o expulsarlos

Pero ABM va más allá que el insulto personal. Ha estado promoviendo una campaña en las redes sociales que intenta desacreditarme. Ha incluso acusado al diario Público de "violar las mí­nimas reglas de decencia periodítica" al haber publicado mi artículo. En una versión extendida del artículo publicada en Naukas (03.06.2018) y titulado "Compromiso con la verdad" (ampliamente difundido en las redes), acusa a Público "de violar el primer compromiso ético de un periodista, que es el respeto a la verdad" , permitiendo la publicación de un "panfleto alarmista" como el mí­o. En resumidas cuentas, según ABM mi artículo no debiera haber aparecido jamás en las páginas de un rotativo que "que quiera ser honesto" (utilizo sus términos). Tengo que admitir que, a pesar de mis muchos años de experiencia en estos temas, este tono me ha sorprendido por su groserí­a y hostilidad. Las fuerzas conservadoras defensoras de la "sabidurí­a dominante" en este paí siempre han sido intolerantes con las voces crí­ticas. Me ocurrió ya hace años en 1962 cuando tuve que exiliarme de España por ser una persona "prohibida" , y lamento ver ahora que tal mentalidad todaví­a perdura queriéndoseme expulsar de las páginas de los medios.

La necesidad de ser escéptico sobre las posturas defendidas y promovidas por la industria del móvil

ABM se define en su biografí­a como biólogo y divulgador cientí­fico difundiendo y promocionando la postura promovida por la industria del móvil. Niega categóricamente que haya ningún impacto negativo que pueda derivarse de la utilización de los móviles. Pero el punto que merece destacarse es que, en su crí­tica insultante a mi artículo, no se refiere a los trabajos cientí­ficos que se citan en el artículo de The Nation (y que yo resumo en el mí­o) que cuestionan su tesis. En realidad, el artículo que escribí­ no se centraba tanto en el posible impacto de los móviles en la salud (materia que ha sido debatida y documentada en la literatura cientí­fica y a la cual me referiré más adelante) sino sobre los intentos bastante exitosos de una de las industrias más poderosas existentes hoy en el mundo "la de los móviles- en su intento de negar que tal utilización pueda tener un posible impacto negativo.

La tesis del artículo de The Nation, y del mí­o, es que en temas tan importantes como el que estamos tratando es fundamental que los trabajos de investigación, sean epidemiológicos (o sean del área de conocimiento que sea) no estén influenciados por las empresas que tienen mucho que ganar o perder según el resultado de tales investigaciones. Y en el análisis de esta evidencia, el artículo en The Nation cita un estudio, replicado más tarde (en 2007) en la revista Environmental Health Perspectives, que mostró que "los trabajos cientí­ficos financiados en todo o en la parte por empresas el móvil (o por cientí­ficos próximos a tales empresas) concluí­an con mucho mayor frecuencia que las no financiadas o próximas a las empresas que no habí­a ningún riesgo" en su utilización. ABM no toca ninguno de estos temas. Acepta acrí­ticamente la posición de la industria y de los trabajos cientí­ficos que asume le avalan. Según él, la verdad (término que con cierta pomposidad ABM usa) es que no hay ningún peligro al utilizar los móviles.

En Ciencia no hay dogmas o verdades. Solo hay evidencias

En ciencia, sin embargo, no hay dogmas ni verdades. Lo que sí­ existe es evidencia, que él sistemáticamente ignora. El único caso que cita es un artículo publicado en el boletí­n de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del año 2003 "Qué son los campos electromagnéticos" en el que la única evidencia que presenta en apoyo a su "verdad" es un trabajo de investigación realizado en 1996, en el que se concluí­a que "sus resultados no confirman que la exposición a campos electromagnéticos de baja intensidad produzca ninguna consecuencia para la salud" . Añadí­a tal artículo (escrito hace 20 años describiendo un estudio cientí­fico de hace 25 años), sin embargo, que "los conocimientos sobre los efectos biológicos presentan algunas lagunas que requieren más investigación" , observación que ABM no cita. Repito que este artículo fue escrito en 2003, basado en un estudio de 1996. Desde entonces, algunas lagunas se han ido descubriendo a base de nuevos estudios citados en The Nation y en mi artículo que ABM ignora. En un estudio posterior, patrocinado por la OMS, y publicado en el International Journal of Epidemiology vol. 39, 2010 pp. 675-694, se indica que "aun cuando no habí­a evidencia de un incremento de un tumor de localización cerebral (glioma) entre las utilizadores de móviles, sí­ que lo habí­a, sin embargo entre los que los utilizaban con gran frecuencia"¦" . Ello llevó a dicho estudio a concluir que "como consecuencia de este hallazgo, los posibles efectos de largo y elevado uso de los móviles debieran continuar haciéndose" .

Ello fue causa, por cierto, de que un estudio masivo de tal impacto se hiciera entre ratones, exponiéndoles a tales radiaciones, con distintas frecuencias y distintas intensidades. Y en este estudio, publicado en 2016 en la revista cientí­fica Scientific American ("Major Cell Phone Radiations Study Reignites Cancer Questions" , May 27, 2016, Dina Fine Maron) sí­ que se mostró de manera clara que habí­a una relación entre intensidad y frecuencia de tales radiaciones y la aparición del glioma. Ni qué decir tiene que el hecho que se pueda producir en animales no significa que se dé también en seres humanos. Pero la realidad es que ya tenemos evidencia de que sí­ puede haber en la utilización de los móviles un riesgo para la salud.

La responsabilidad del cientí­fico

Hay que acentuar que para los profesionales que trabajan en salud pública, hay siempre que tener en cuenta que la "ausencia de evidencias concluyentes de que una tecnologí­a nueva pueda tener efectos negativos en la salud no significa que haya ausencia de riesgo" , como bien dijo la Dra. Annie Sasco, ex directora de Epidemiologí­a para la prevención del cáncer, del Instituto Nacional de Salud e Investigación del Estado francés. De ahí­, basándose en la evidencia existente, aunque no sea definitiva, varias autoridades sanitarias como la francesa han tomado las medidas necesarias para proteger a las poblaciones vulnerables como infantes. La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa ha alertado también del posible peligro de la radiación de los distintos grados de los campos electromagnéticos pidiendo a los Estados que tomen medidas. Y en EEUU, varias asociaciones médicas profesionales como la American Pediatric Association han pedido que se tomen también medidas (que expliqué en mi artículo anterior) para proteger a infantes de tales radiaciones. Hoy hay evidencia de que en ciertas condiciones y en ciertas poblaciones puede haber un riesgo que las personas debieran conocer y que las industrias del móvil y los Estados debieran actuar para prevenirlo. Esto no se está haciendo en España, donde continúa dominando "la sabidurí­a convencional" conservadora en defensa del statu quo que intenta dejar todo tal como está, instrumentalizando la ciencia para alcanzar el objetivo de optimizar los intereses de la industria del móvil. Es probable que ABM ni siquiera sea consciente de ello, pero su idealización de cómo se produce el conocimiento cientí­fico le hace muy vulnerable a promover tesis y posturas que están al servicio de empresas que anteponen sus intereses al bien común.

Quisiera terminar estas notas aclarando que no estoy en contra de los móviles ni de los instrumentos que los sustentan. Pero sí­ que estoy en contra de que se oculten y/o ignoren sus posibles efectos nocivos para la salud y que no se tomen medidas que reduzcan y/o eliminen tales riesgos por parte de las autoridades públicas ni otras para informar a la población. La evidencia cientí­fica está mostrando de una manera creciente que hay riesgos en su utilización que deben reducirse o eliminarse. Y el Estado español, repito, no lo está haciendo.

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